Lo siento, sé que me estoy repitiendo pero creo que merece la pena dedicar los 4 minutos con 12 segundos que dura este vídeo a escuchar la preciosa canción que da título al segundo y, hasta el momento, último trabajo de Ray Lamontagne.

Desde la primera vez que vi un vídeo suyo me dio el pálpito de que no era un tipo demasiado normal, así que he tirado de wikipedia y la verdad es que tiene una biografía que parece sacada de un telefilm de esos que ponían a la hora de la siesta en antena 3.

Su madre abandonó a su marido en plena gira (era músico country) y se largó con sus seis hijos a buscarse la vida; Ray Charles Lamontagne era un chaval tímido al que su madre mantenía completamente alejado de cualquier cosa que sonara a música (parece ser que la pobre acabó hasta las narices) y se pasaba las horas leyendo novelas fantásticas y metiéndose en líos. Acabó a duras penas el instituto y encontró trabajo en una fábrica de zapatos.

Parece ser que como el bíblico Saulo de Tarso, en 1999, con 25 años, Ray tuvo una revelación escuchando una canción en la radio ("Treetop Flyer" de Stephen Stills), se lió la manta a la cabeza y se dedicó a emular a su padre tocando aquí y allá. En 2004 le graban su primer álbum, "Trouble", y ¡¡Tachán!!, vuelve a cumplirse el sueño americano y Ray Lamontagne se sitúa casi inmediatamente al ladito de autores como Damien Rice o Ron Sexsmith (de este prometo hablar otro día) por la sensibilidad de sus letras, la calidez de sus melodías y su sentida forma de interpretar los temas.

"Till The Sun Turns Black", su segundo trabajo, es un álbum maravilloso, algo más trabajado que el anterior, que recomiendo escuchar pausadamente, tal y como el mismo Lamontagne dice en la letra de esta canción: "Puedes ver a un hombre sabio cómo simplemente vive y ama tranquilamente, con cada aliento toma la eternidad".