Desde hace algunos meses La 2 de TVE está dedicando un espacio semanal - en principio viernes noche y actualmente trasladado a los jueves, alrededor de la medianoche – a documentales de grandes figuras de la música. Por este espacio han pasado artistas tan dispares como el pianista de jazz Oscar Peterson, Concha Piquer, el “Clash” Joe Strumer, los últimos años de vida Dimitri Shostakóvic, la complicada grabación del disco “Darkness of the edge of town” de Bruce Springsteen… todo un lujo para los espectadores que quieran aguantar hasta altas horas de la noche para aprender un poquito más de este maravilloso arte.

Hoy en concreto nos vamos a centrar en la vida del magnético Glenn Gould, vista por su amigo y compañero durante años Bruno Monsaingeon que debido a lo largo del film se emitió en dos partes. Pero desde luego que merece la pena ver a esta vaca sagrada del mundo del piano en un documento que acercaba realmente la figura de este genio al público en general, un músico que dejó tras de si un rastro de artista maldito entre los que, quizás, le gustaba encontrarse. Tan odiado como venerado, Glenn estaba lleno de excentricidades (siempre con sus guantes, su abrigo y su bufanda), no le importaba salir a los mayores escenarios del mundo completamente desgreñado y con manchas en sus pantalones, así como su poca disposición a interactuar con sus semejantes. Sólo le importaba y vivía para la música; pero no le gustaba alternar con otros artistas. En el mismo documental el propio Glenn comenta que “los artistas son como los monos de Gibraltar, siempre quieren estar por encima de sus iguales, demostrando así el estatus que cada uno tiene dentro de la manada”. Nada desdeñable esta visión de un mundo que visto por dentro tiene que ser de lo más feroz. Una de sus grandes rarezas era que siempre tocaba sentado en una desvencijada silla de madera, a la cual le había cortado las patas y el piano lo elevaba con unos calzos para que la altura fuese la adecuada. Después, durante su interpretación, su expresiva postura, sus impetuosos gestos y la música que hacía aflorar de su Steinway lo decían todo. Pura pasión y entrega. Dedicación y sacrificio.

Su admiración por la obra de Bach, justo cuando estaba en la cima de su carrera, le llevó a dejar los escenarios en el año 1964, con sólo 31 años, y dedicarse al estudio y reinterpretación (en el más amplio sentido de la palabra) de su gran debilidad. Desde entonces se dedicó a la interpretación en los estudios de grabación, con técnicas que se adelantaron a su tiempo, para poder captar la magia de cada momento y cada pasaje. También realizaba actuaciones para la radio. De esta manera podía tener una ventana abierta al resto del mundo sin tener que transitar por él. Pero lo más importante de este artista era las personalísimas reinterpretaciones que hacía de grandes obras. Algunos lo tachaban de desfigurar las partituras originales de los compositores pero el prefería ponerse en la piel de cada autor y re-escribir cada obra, cada pieza, como él pensaba que Bach, Schönberg o Beethoven hubiesen querido muchos años después.

También sorprende en el documental el breve acercamiento a la obra que compuso el propio Glenn, obras para piano, madrigales y especialmente su Cuarteto de Cuerda Op. 1, así como sus colaboraciones y grabaciones con otro grande, el violinista Yehudi Menuhin. Lo cierto es que la obra y vida de este fantástico pianista da para muchas horas de documental. Pero esas dos horas, para abrir boca, no estuvieron nada mal.

Os dejo con, quizás su trabajo más aclamado y que mayor tiempo le llevó perfeccionar: las Variaciones Goldberg de J. S. Bach de este hipocondríaco canadiense que siempre viajaba con un maletín lleno de medicamentos. Por si las moscas… Impresionante verlo tocar agazapado tras su piano y con esa seguridad y soltura. Algo único. Subid el volumen y disfrutad. Aunque esto es sólo una pequeña muestra de su talento.

Un saludo y feliz escucha.



Glenn Gould – Variations Goldberg 01-07.



Glenn Gould – Variations Goldberg 26-30.